Fernandez escribió: Jue Mar 13, 2025 7:15 am
Todavía recuerdo cuando personas como Gálvez me decían que el modelo de integración español era diferente (y superior) al francés o al sueco porque...
No, lo diferente es que la migración en España ha sido fuertemente sudamericana, y la migración sudamericana se ha integrado mucho mejor que la magrebí, le pese a quien le pese, incluso cuando comparamos los grupos filtrando edad y sexo (otro gran argumento esgrimido por personajes como Nowomowa).
Sí. Ese discurso buenista de que los españoles, por ser mediterráneos y del sur de Europa, somos más cálidos y acogemos mejor a la gente, es una de las mayores gilipolleces que se han repetido en los últimos años. Y no solo se lo he oído a Gálvez, sino que es un mantra que lleva más de una década circulando en tertulias y artículos de opinión. Todo esto empezó cuando vimos las primeras reyertas raciales y atentados terroristas en Francia y otros países europeos, mientras aquí el discurso oficial era que en España lo estábamos haciendo mejor. El argumento era que, aunque otras naciones llevaban décadas gestionando la inmigración, nosotros, que apenas llevábamos unos años, sabíamos más que ellos. Puro delirio.
Gálvez me parece una persona culta e inteligente (aunque con la ortografía de un niño de primaria). Sin embargo, cuando se trata de inmigración y multiculturalismo, estamos en las antípodas. Cuando yo advertía de lo que se nos venía encima con esta inmigración masiva y la sustitución demográfica —sí, aunque algunos la llamen "conspiranoia", está más que planificada—, él me llamaba alarmista. Y, para rematar, me sacaba la comparación de los "nativistas" de EE. UU., que a finales del siglo XIX alertaban del peligro de la inmigración católica, estableciendo un paralelismo con la llegada de musulmanes a Europa.
Pero la comparación no tiene ni pies ni cabeza. Sí, ambos fueron movimientos migratorios. Pero el contexto y la composición de la inmigración eran radicalmente distintos. En un caso, hablamos de católicos europeos que compartían raíces culturales e históricas con el mundo protestante anglosajón. En el otro, de inmigrantes de sociedades islámicas con una cosmovisión completamente ajena a la tradición europea. Y sí, los católicos tuvieron sus problemas de integración y algunos llevaron consigo el crimen organizado, pero nunca intentaron imponer su religión ni sus costumbres al resto de la sociedad.
Gálvez insistía: "Si los católicos se integraron en EE. UU., ¿por qué los musulmanes no pueden hacerlo en Europa?"
Porque no quieren. Porque no tienen ningún incentivo para hacerlo. Y porque el multiculturalismo no es integración, sino fragmentación social. Pero, según Gálvez, la culpa de que los musulmanes no se integren no es suya ni de sus creencias, sino de la "profecía autocumplida de la extrema derecha". O sea, según él, los que alertamos de los riesgos del islamismo somos los culpables de que los musulmanes se encierren en guetos y reproduzcan los mismos patrones de violencia y segregación de sus países de origen. Fantástico.
Cada vez que me soltaba la comparación con EE. UU., yo le ponía el ejemplo del Líbano. Un país que fue diseñado por Francia para ser cristiano y que se fue al carajo en cuanto empezó a recibir musulmanes en masa. Ahí es donde tambaleaba todo el discurso buenista y multiculturalista de Gálvez. Y ahí es donde nunca obtenía respuesta.