F. Kennedy Jr. ha soltado una bomba que ha hecho temblar las batas blancas de los laboratorios. Dice que a finales de septiembre revelará las verdaderas causas del autismo, tras un estudio con cientos de científicos. Y claro, los guardianes del dogma científico —los mismos que llevaban décadas diciendo que "todo está claro"— han entrado en pánico.
¿La clave del escándalo? Que Kennedy lleva años poniendo el foco en las vacunas, especialmente en componentes como el timerosal, que contiene mercurio. Y eso, en el mundo de la medicina financiada por la Big Pharma, es pecado mortal. Aquí no se trata de ciencia abierta, se trata de proteger dogmas. Si cuestionas las vacunas, te etiquetan de "anticiencia", aunque traigas cien estudios en la mochila.
Los mismos que han callado como tumbas sobre efectos adversos del ARN mensajero, ahora se rasgan las vestiduras porque alguien quiere investigar... ¿Pero no era eso "seguir la ciencia"? No, amigos. La ciencia, hoy, es una religión dogmática que solo admite apóstoles, no herejes. Kennedy, tiene lo que hay que tener para levantar alfombras que nadie quiere tocar. Y lo más divertido es que no hay ni una palabra sobre los conflictos de interés de las farmacéuticas ni sobre el crecimiento explosivo de casos de autismo en las últimas décadas. No, todo eso es "casualidad".
Lo que molesta es que alguien esté dispuesto a decir lo que los cobardes de bata no se atreven: que quizás, solo quizás, hemos estado mirando hacia otro lado demasiado tiempo. Y que lo del autismo tiene causas múltiples, pero alguna podría venir en jeringuilla. ¡Oh, sacrilegio! Pues nada, esperaremos a septiembre con palomitas. Si no lo silencian antes, claro. Porque todo es posible, a estas alturas.
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