
No señor, no. En España tenemos la costumbre de que si somos de un partido político, lo somos SÍ o SÍ. Da igual lo que haga, diga o delinca… y eso es uno de los grandes errores que nos está llevando a que las portadas de nuestros periódicos las lean todas las mañanas en Europa para escogorciarse con lo bobos que somos.
Uno puede ser simpatizante de un partido político, sí, claro, pero no ha de estar de acuerdo con los ojos cerrados a todo lo que el partido diga o haga.
Ya sabemos que si el equipo de fútbol gana, es porque es el mejor, y si pierde, la culpa es del árbitro. Pero en política no debería ser así. Si un dirigente del partido político de tu simpatía mete la pata, miente, no cumple, o pasa de lo prometido, tienes que ser consecuente con que tu elección no fue la que esperabas y por tanto, no debes defenderlo.
La política moderna, más que por siglas, creo que comenzará a ir por personas. Elegir a la persona, independientemente de las siglas políticas por las que se presente; algo parecido a lo que ocurre con los alcaldes de los pueblos, donde lo que menos importa es el partido, y lo que más la persona.
Suspiro en el pensamiento de que algún día los políticos tengan que rendir cuentas personales por lo prometido en campaña y no haya cumplido. Con ello tendremos campañas y promesas más adecuadas a la realidad, y más preocupación por lograr hacerlas realidad.

