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harlie Kirk tenía 31 años y una ambición poco común: transformar la cultura política estadounidense desde las raíces juveniles del conservadurismo, todo con una valiosa mirada cristiana. Fundador de Turning Point USA (TPUSA), polemista mediático, seguidor del culto evangélico y figura central en la galaxia MAGA, murió este miércoles tras recibir un disparo durante un acto en una universidad en Utah. Su brutal asesinato cierra una vida corta, pero profundamente influyente en la política contemporánea de Estados Unidos.
Kirk no era legislador, ni funcionario, ni periodista. Pero su influencia superó la de muchos que ostentan esos títulos. Construyó desde los márgenes una organización con presencia en más de 850 campus universitarios y un ecosistema digital capaz de movilizar masas, inclinar elecciones y modelar el discurso político desde la juventud conservadora. Lo hizo con un discurso combativo y sin complejos.
Una carrera meteórica
Hijo de un arquitecto y una terapeuta, creció en el suburbio acomodado de Prospect Heights, en las afueras de Chicago. A los 18 años, tras la reelección de Barack Obama, fundó Turning Point USA como contrapeso conservador al activismo izquierdista en las universidades. Dejó sus estudios poco después y se entregó al activismo a tiempo completo.
Su habilidad para debatir lo convirtió rápidamente en una figura central de la nueva derecha estadounidense. Con frecuencia se presentaba en campus tomados por la izquierda para organizar debates al aire libre. El clip viral era su mejor herramienta: en su pódcast diario, difundía fragmentos donde discutía con estudiantes sobre temas como el cambio climático, la identidad de género o la fe cristiana.
En 2020 publicó The MAGA Doctrine, un libro que se convirtió en un manifiesto no oficial del movimiento y en un best-seller entre los simpatizantes de Trump.
Un vínculo directo con Trump
El expresidente Donald Trump le abrió las puertas de la Casa Blanca durante sus dos mandatos. Kirk no solo fue un invitado frecuente, fue una especie de sonda en el movimiento MAGA, alguien capaz de captar y movilizar el pulso de la juventud conservadora en tiempo real.
TPUSA jugó un papel clave en la campaña de Trump en 2024. Se le atribuye haber registrado a decenas de miles de nuevos votantes, especialmente en estados bisagra como Arizona, que terminó inclinándose por el Partido Republicano. En sus propias palabras: «Queremos transformar la cultura».
Trump lo reconoció en vida y lo homenajeó tras su muerte: «Nadie entendía el corazón de la juventud de América mejor que Charlie», dijo. En cada episodio de su pódcast, el propio Kirk abría con un clip del expresidente agradeciéndole por «construir una de las organizaciones juveniles más poderosas jamás creadas».
Religión, política y confrontación
Aunque al inicio evitaba los temas religiosos, tras la pandemia abrazó públicamente el cristianismo evangélico y lo convirtió en eje de su discurso. Se volvió cada vez más crítico con la oleada homosexualista y comenzó a citar pasajes bíblicos para justificar su postura política.
Su visión del mundo se articulaba en torno a una oposición frontal al izquierdismo populista, lo que él llamaba «la agenda woke». Para Kirk y sus seguidores, todo ello representaba una amenaza existencial para Estados Unidos. A cambio, proponía una combinación de religiosidad militante, culto al libre mercado y defensa de la violencia como forma de orden en caso de autodefensa.
Defendía sin titubeos el derecho a portar armas. Hace apenas unos meses declaró: «Vale la pena pagar, lamentablemente, algunas muertes por armas de fuego cada año para que podamos tener la Segunda Enmienda».
Un perfil duro, pero siempre dialogante
Kirk promovió la teoría del fraude electoral en 2020, alimentó el negacionismo sobre la covid-19 y abrazó la teoría conspirativa del Gran Reemplazo, que sostiene que existe un plan para sustituir a la población blanca en Occidente por otras etnias. Aun así, mantenía una narrativa de apertura y debate que le permitía presentarse como defensor del diálogo frente a la cultura de la cancelación.
En sus eventos, incluso en el del pasado 10 de septiembre en Utah, insistía en que el diálogo debía reemplazar a la violencia. «¡Todo su proyecto se basó en superar las divisiones y usar la palabra, no la violencia!», escribió William Wolfe, director del Centro para el Liderazgo Bautista, tras conocer su muerte.
Charlie Kirk encarnaba una nueva clase de actor político en Estados Unidos: no elegido, pero con poder real; no periodista, pero con influencia informativa; no académico, pero con autoridad ideológica.
Nunca buscó un cargo público. Su objetivo era más ambicioso: redibujar la identidad del conservadurismo estadounidense. Por momentos, incluso desafió al propio Trump, como cuando criticó el silencio de la administración respecto al caso Epstein. Pero cuando la línea del partido se consolidó, volvió a alinearse. Lo importante, decía, era «el bien mayor».
Vivía en Arizona, en una casa valuada en casi cinco millones de dólares, estaba casado con Erika, ex Miss Arizona 2012, y tenía dos hijos pequeños: una niña de tres años, Sarah Rose, y un bebé de 15 meses.
Su figura no dejó a nadie indiferente. Para algunos fue un agitador que normalizó la desinformación en la política juvenil. Para otros, un líder valiente que desafió el pensamiento único en las universidades y devolvió a los jóvenes conservadores una voz y una esperanza.
Murió como vivió: en un campus, en el centro de una discusión, en un país cada vez más dividido y víctima de un atentado brutal que ha estremecido a su país y al mundo.